Como digo en la presentación, mis primeros años en la UNED fueron muy complicados, venía de un nivel de exigencia medio-bajo tanto en bachiller como en relaciones laborales, diplomatura que cursé antes de comenzar psicología, medio-bajo significa que no necesitaba invertir muchos recursos para superar los exámenes, fue rodado y sin mayor contratiempo. He de decir que no era la alumna ejemplar, me funcionaba el last minute, vaya ¡todo a última hora!, si bien me llevaba algún que otro susto en matemáticas, inglés, derecho tributario…siempre salía victoriosa, hasta aquel primer año de UNED. Por aquel entonces tenía 21, carrera superada, crisis del ladrillo y crisis personal al ser consciente de que la carrera no era igual a trabajo con el consiguiente sentimiento de fracaso y de no cumplir expectativas, una de tantas crisis que hay socialmente establecidas del tipo de si eres mujer has de ser madre o a x edad has de tener pareja si no es que se te ha pasado el arroz/ hay algo mal en ti… Con todo eso y a pesar de todo eso, decido dar prioridad a mi vocación y matricularme en psicología. La decisión tomada para cumplir mis dos necesidades: ir de au pair a Inglaterra mientras estudio primero de psicología a distancia. Quien conozca una o las dos situaciones sabe que ser Au pair y estudiar en la UNED pueden ser un cocktail molotov, asignaturas con libros interminables y poco soporte académico por un lado y familias demandantes por el otro. En mi caso no fue para menos: una experiencia au pair estresante junto con un nivel de exigencia alto para superar todo el primer año a la primera y, por primera vez, vivir el sentimiento de estudiar y suspender fueron suficientes como para tener que pedir ayuda, y no! no estaba loca, no era menos por ir a la psicóloga. Aunque de aquella sintiera lo contrario no sabía que era una de las decisiones más sabiamente tomadas, puedo decir que soy la profesional que soy por haber vencido ese miedo, dejado de lado esos mitos, sentirme vulnerable y tener el coraje de pedir y acudir a aquella cita. ¡Qué nervios! La había elegido por internet buscando psicólogos en Gijón y allí apareció su blog, algo resonó en mi y decidí elegirla. De camino a Gijón desde Cangas en el Alsa, yo que no había mirado ni experiencia, ni currículum, solo me deje llevar por la intuición, leo que ¡sacó la carrera por la UNED! ¡Qué casualidad y qué alegría, podrá entenderme mejor! Además la sacó y eso significa que se puede. ¡Claro que se podía!
Después de unas cuantas sesiones, de unos cuantos derechos asertivos interiorizados, de unos cuantos desaprendizajes y aprendizajes comencé a superar los exámenes, y es que para el que estudie habrá notado que cuando se está estresado, con ansiedad, no es fácil concentrarse y por ende la materia no entra de igual forma que cuando se está tranquilo y relajado. Y así llegó casi el final de la carrera, no, después de acudir a terapia no fue camino de rosas, siguió siendo complicado pero yo tenía más recursos para hacerle frente a la adversidad así como mayor concentración y capacidad cognitiva para superar materias. Junto a este final inicié la formación en psicoterapia humanista integrativa, uno de los requisitos para superarlo era ir a terapia, desde el instituto donde realicé la formación me ofrecieron varias terapeutas en Asturias, y de nuevo guiada por mi intuición elegí a que considero mi hada madrina, Ana Alonso, psicóloga en Oviedo, mi psicóloga de referencia, con la que trabajé mis sombras y luces y a la que estoy profundamente agradecida, ¡espero haber integrado un poquito de su ser terapeuta en mi práctica!
Si la formación continua es un deber del profesional en el caso del psicólogo el trabajo personal es igual de importante e igual de continuo. Sí, yo no soy perfecta, soy humana, también tengo mis conflictos, mis limitaciones, algunas situaciones me generan ansiedad, estrés, aún flojea el poner en práctica algún que otro derecho asertivo, aún tengo inseguridades, aún hay partes de mi que tengo que aceptar y algunas que me gustaría cambiar, aún, a veces, se tambalea mi autoestima… y el reconocerlo y seguir trabajando me hace más humana y me ayuda a empatizar y conectar con el paciente de una manera más profunda, con mayor presencia y contacto.